A lo largo de todo este tiempo transcurrido, aunque pueda parecer lo contrario, he disfrutado muchísimo menos de la fotografía que en mis tiempos anteriores, en los que me conformaba con llevar, a diario (eso sí) una modesta compacta al cinto, la Samsung WB2000, con la que, sin duda, he hecho el mayor número de disparos incruentos desde que allá por los 70 me inicié en esto del vicio de afotar con una Canon Ftb comprada con mis ahorrillos durante el servicio militar en Canarias.
Por mis manos han pasado todos esos modelos y, anteriormente, en la época analógica, ¡ni os cuento! Dudo mucho que alguien pueda mencionar alguna marca o modelo que no haya pasado, siquiera fugazmente, por mis manos. Y todo gracias a mi amistad con un entrañable vecino y amigo de Alicante, Vicente, mecánico reparador de cámaras, que ya entonces me facilitó el acceso a muchos modelos que le quedaban en depósito, abandonados por impago, y que me acababa ofreciendo en condiciones económicas muy favorables y que, sin saberlo, me inoculó el virus de la cacharrería, tremendamente pernicioso para cualquier fotógrafo que se precie.

Todo este rollo viene a cuento de una reflexión acerca de lo verdaderamente importante, aunque cada cual es muy libre de interpretarla como quiera, naturalmente.

Recientemente, la contemplación de unas fotografías de Joanna Lemanska en 500px.com me ha acabado abriendo los ojos y, aunque ya lo sabía (pero no lo aceptaba

En realidad, la reciente adquisición de la Fuji X30 responde a esa necesidad de simplificar al máximo y de relativizar mis necesidades de "hardware" para evitar que los árboles me impidan ver el bosque.

Que cada cual saque sus propias conclusiones.

